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Dos desconocidos (I)

 
Post #1


Dos desconocidos (I)Habíamos quedado a las 6. Me mantenía nervioso y mis dedos repicaban una y otra vez, como siguiendo un ritmo inexistente, efímero, en la superfície de aquella mesa de marmol antiguo. Faltaban en realidad algunos minutos, así que me dediqué a repasar mentalmente los pasos que me habían llegado a citarme contigo, una auténtica desconocida, en aquél recóndito bar con encanto perdido en mitad de Barcelona.Me había fascinado el primer contacto que tuve con tu perfil en aquella web erótica. Cómo relatabas tu manera de ser, de estar, de existir. Cómo dejabas claro y acotabas todas y cada una de tus fascinaciones y rechazos, así como, una vez visitado con más profundidad tu perfil, el tipo de vídeos, imágenes y textos que atesorabas en él.Me sentía atraído por la dinámica de los relatos que te habías dedicado a colgar en un espacio corto de tiempo. Me chiflaba aquella frescura, aquél delirante paseo de letras en el cual todo encajaba a la perfección porque parecía que directamente tus dedos plasmaban lo que decías en ese preciso instante. Me introducía de lleno en tus ambientes, en tus fantasías, en tus deseos y me sentía como un buzo, adentrándome en las más perversas profundidades.Contacté tímidamente contigo, no con demasiada esperanza ya que, por desgracia, sabía que contactar por mensaje en esa web era extremadamente difícil. No quería m*****arte, no quería agobiarte ni tampoco representar una carga en tu valioso tiempo... pero a la vez sentía que debía hablar contigo, expresar mi admiración respecto a tus escritos, dejarte constancia de que al menos a una persona le dejaban aturdido, hechizado, ensimismado. Y lo hice. Y respondiste. Y a partir de allí surgió una de las más bellas y entretenidas conversaciones que tuve en años vía mensaje privado. Eras cautivadora.Los elogios dieron paso a las palabras, las palabras a la admiración, la admiración a la picardía y la picardía nos insufló a ambos las ganas de encontrarnos cara a cara en nuestra ciudad. Ambos éramos inexpertos en ese tipo de aventuras, ambos habíamos vivido una vida "normal" a los ojos del oscuro Internet. A ninguno de los dos se nos había ocurrido jamás que podría llegarnos a interesar ver a un desconocido por el encanto de sus palabras escritas, por unos textos, por un frío perfil cibernético. Pero así fue y así decidimos que sería.Y ya son las 6. Y mi corazón va a mil.Suena la campanita de la puerta. Tienes que ser esa muchacha. Entras acalorada, saludas ligeramente, te detienes cerca de las primeras mesas y haces un barrido panorámico con tu cuello.Y yo, como un auténtico voyeur desprovisto de su escondite, te observo. Tienes que ser tú.Y lo eres.Me sonríes. Ya sabes cómo soy, tú me has visto a mi y yo... bien... yo también a ti, pero no a tu rostro. Mis ojos te observan sorprendidos, mi pensamiento rápidamente te retiene, como el tesoro que aquél niño esconde para siempre en una cajita de hojalata. Tienes una bonita sonrisa.Alzo tímidamente el brazo, correspondo a la sonrisa y enseguida arrancas el paso hacia mi mesa. Nuestra mesa. Me levanto, abro ligeramente los brazos y te acojo. Ambos sabemos que es verano, que hay calor y que hay sudor, pero poco nos importa a estas alturas, nuestros cuerpos quieren conocerse, quieren rozarse, quieren contactar entre ellos.Dos besos y nos sentamos.El camarero, un chico muy joven y claramente inexperto, se acerca torpe a nosotros libreta en mano.Una clara tú. Una caña yo.A ambos nos gusta la cerveza, era algo que ya sabíamos, que ya nos habíamos confesado mutuamente. Pero... ¡qué demonios! Nos habíamos confesado ya tantas cosas a esas alturas, que conforme pasaban los primeros segundos descubríamos que nos conocíamos más de lo que pensábamos.Hablamos de aquella mañana. De tu pesado trabajo en oficina. De tus compañeros obsesionados con tus escotes. ¡Cierto! Ni siquiera había reparado en ello. Observé tu ropa, tu estilo, tus impecables formas. Me encantaba lo que veía, pese a que procuraba disimular, pero yo sabía perfectamente que tú sabías perfectamente que yo te miraba. Era un juego, una simple triquiñuela de malvados pervertidos. Habíamos pensado que sería así y así estaba siendo. Todo bien.Llegó lo tuyo y lo mío, se alejó de nuevo el camarerito joven y entonces empezó la sinfonía.Los temas surgían de nuevo, más o menos banales, más o menos sencillos. No nos estábamos complicando pues nuestras mentes tenían ambas el piloto automático puesto. Estábamos gastando tiempo de charla en irnos observándonos. Analizando nuestros acentos, nuestros tonos y timbres de voz. Nos seducíamos poco a poco, palabra a palabra. Y nuestros cuerpos se relajaban. Aquella mano que al principio sostenía tu mejilla ahora se extendía en el frío marmol, muy cercana a la mía. Nos íbamos acercando físicamente, porque mentalmente estabamos abrazados el uno al otro.Unos minutos más y me estabas hablando de tu ropa interior, de cómo te habías roto la cabeza para elegir el color y el tipo. Era una burda estratagema para ir dándome pie a la calentura, sabías que en mi mente aparecía tu ropa, flotante, como en un sueño, mientras tus dulces labios se encargaban de hilar palabra tras palabra. Lo sabías y disfrutabas de ello enormemente.Te hablé de mi piso, de los muebles del comedor que justo aquella semana habían llegado recién comprados. De cómo me dediqué a instalar las nuevas luces y el acuario. Te fascinaba la idea del acuario y ahora me volvías a repetir la frase de que "algún día te gustaría verlo en persona".Tu dedo índice se deslizaba sobre la mesa esparciendo el agua que sudaba de mi copa de cerveza. Y mientras lo hacías y me escuchabas, tu lengua jugueteaba como una dulce serpiente sobre tus labios perfectamente pintados. Y yo hablaba, pero en el fondo estaba tratando de disimular la tremenda erección que se empezaba a despertar en el interior de mis pantalones con tan solo verte escuchar.Contacto.Me tocaste la mano con tu dedito mojado. No me amilané y la mía se enredó con la tuya en una peligrosa danza de contacto. La punta de tu dedo estaba fría, pero tus manos ardían. Tú ardías y así también ardía yo.Tu tacto era cálido, muy suave. Tus dedos eran más bien finos, con una piel clara, sin llegar a ser pálida, pero lo justo como para saber que el sol no era tu mayor aliado. Pero qué importaba ese dato en ese momento, cuando tu mano se apoderaba de la mía y tu mirada empezaba a penetrar la mía. Me sentía corderito, presa de la más feroz de las lobas...Escapé de tu presión y tomé el sendero de tu brazo. Te demostré que mi tacto también era merecedor de una ruta como esa y me adentré hasta casi llegar a tus hombros. Tu piel erizada te delataba. Sonreías tímidamente y siempre recordaré cómo te mordiste el labio inferior con absoluto descaro. Dejé de contener mi erección, me daba igual ya qué viera quién bajo aquella mesa de forja y mármol.Y fue en esa situación, bajo esa misma mesa, donde tu pie desnudo empezó a danzar con mi pierna.Pese a ser un admirador fetichista de los pies femeninos, todavía en ese momento no había reparado en esa parte de tu cuerpo. Apenas te había podido ver las piernas al entrar al bar y en mi mente se lanzaban fuegos artificiales al descubrir que venías en sandalias y que habías desnudado tu pie. Era un secreto que siempre guardaba en mi interior: me encantaba saber que una chica era consciente del poder sensual de sus pies en mis indefensas piernas bajo, por ejemplo, esa vieja mesa de bar.Me mirabas casi fíjamente mientras tu pie subía por mis pantorrillas y yo trataba de adivinar qué particular postura estaría adaptando en ese momento tu pierna mientras el cosquilleo de tus dedos enredándose con mis pantalones delataba una peligrosa cercanía a mi miembro, fervoroso y erecto a unos niveles ya descontrolados.- Pienso llegar a donde haga falta... - me soltaste mirándome directamente a los ojos. Te convertiste en pantera sentenciando a su indefensa víctima en ese mismo momento.- No esperaba menos... - logré decir, tragando posteriormente saliva y pensando en las consecuencias de tan escuetas frases.Tu pie descendió y volvió a ascender en repetidas ocasiones, lento pero imparable. Y cada vez que volvía a subir se elevaba un poco más, hasta tocar mis rodillas.De repente dejó de tener contacto con mis piernas. Te apartaste un poco de la mesa, alzaste ligeramente el cuello y miraste a lado y lado, comprobando que nada ni nadie entorpecería tus perversas maniobras. Sonreíste como diablesa extasiada y yo me dediqué a observar como, con picardía, manejabas a tu antojo cada uno de los segundos que pasábamos mirándonos.- Hasta donde haga falta... - me repetiste con uno de los tonos de voz más increíblemente excitantes que he podido oír en toda mi puñetera vida.Acto seguido escondiste tu mano derecha bajo la mesa, te apoyaste en el mármol ligeramente hasta dejar descansar con total intencionalidad tu prominente escote en aquél mineral precioso. Y ensimismado con aquél curioso y espectacular paisaje, a sabiendas que me regalabas la entrada del espectáculo, me dejé llevar por tus gestos.Noté tu mano acariciando mis rodillas y adentrándose cual valiente exploradora por la tensa tela de mis pantalones. ¿Qué pretendías? Pronto lo descubriría.Una vez se encontró a escasos 6 o 7 centímetros de la carpa que se formaba en el centro de mis dos piernas, detuviste tu introspección para apartar, de una manera algo torpe, mis calurosas piernas. No iba a ser mi intención entorpecer tu labor, así que respondí rápidamente abriéndolas no de manera exagerada, pero sí lo suficiente como para que se supiera que estaban abiertas.- ¿A dónde pretendes llegar? - te susurré ligeramente mientras tus ojos se colgaban de los mios presos de una candente lujuria.Volviste a adquirir la postura recta, tu mano derecha volvió a aparecer en la mesa y todo regresó a su lugar. Todo menos tu pie desnudo que, de nuevo, en un exquisito déjà vu del destino, se posó en mi espinilla y empezó de nuevo la andadura. De allí a las rodillas y a partir de ahí supe perfectamente a dónde pretendías llegar, no hizo falta que surgiera ninguna explicación de tu dulce y traviesa boca.- Creo que hay algo por aquí... - hiciste una pequeña mueca de enfado con tus ojos sedientos de morbo - ... que está deseando que lo toque.Y sin mediar más palabra noté como posabas los dedos de tu pie en pleno bulto de mis pantalones.Cerré los ojos y volé al instante. Me dejé llevar por los compases de tu empeine rozando con mis piernas y olvidé por completo el insistente bombeo que se estaba produciendo en mis venas. Olvidé totalmente la consciencia para dejarme llevar por aquella endiablada caricia, servida cual caliente veneno en bandeja de plata.- Vaya, vaya... - dejaste ir entre tus labios medio encerrados en aquella dichosa sonrisilla.Tu pie ahora dibujaba un torpe círculo en el interior de mis piernas, intentando apartar con cada movimiento la insistente tensión de aquél duro mástil incontrolado. Y con cada uno de los roces y toqueteos conseguías que el bombeo a lo largo de mis carnes se incrementase de velocidad y de intensidad. Mi espina dorsal experimentaba calambrazos constantes, la electricidad fluía por mi espalda presa de una lujuria inusitada. Tu aparentemente inocente pie se convertía en ese momento en el punto de control de todo mi ser.Y tú sonreías y contemplabas complacida el espectáculo de mi desencajado rostro.Movías descaradamente los dedos del pie para aplicar mayor o menor presión según se te antojaba, usando como medidor mis alterados músculos faciales.Nos conocíamos cara a cara desde hacía menos de una hora y simplemente tu pie, era quien me dominaba en ese momento. Te sentías poderosa, te sentías ama. Sabías que si con aquél sencillo gesto podías dominar tanto, el campo de batalla que se extendía ante ti era amplio y rico en premios. Ahora que habías decidido lanzar un destacamento de exploración, era el momento de soltar la caballería entera.Tenías que ser tú, la chica que encontré en aquella web, pero en realidad eran ahora mis manos las que se acercaban a tu piel.Aquella batalla no iba a ser una simple escaramuza. Aquél conflicto físico, iba a ser resuelto allí mismo.- Continuará -
08-15-2021, at 01:37 AM
Alýntý
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